La «inesperada» visita de cortesía del buque de guerra norteamericano «USS Maine» a La Habana tiene su origen en los graves incidentes que a mediados del mes de enero de 1898 se producen en la capital cubana. Una visita que llegará con el velado objetivo de proteger los intereses y vidas de los ciudadanos estadounidenses.
Existían ya evidencias que advertían de la organización de una manifestación contra la recién instaurada autonomía que se había empezado a gestar en diciembre de 1897; el conocimiento de estos preparativos conduce a que las autoridades españolas distribuyan por la ciudad fuerzas de Orden Público y de Voluntarios a caballo en prevención de desórdenes: la Autonomía está dando sus primeros pasos y se hace necesario que lo haga en un escenario de normalidad que no existe por completo a pesar de las manifestaciones que el Capitán General Blanco le hace llegar a Madrid.
En medio del ambiente de crispación que se respira en la ciudad y al amparo de la libertad de prensa que la recién estrenada autonomía de la isla comienza a permitir, en la noche del 13 de enero de 1898 se suceden en La Habana unos disturbios provocados por la publicación, hecha el día anterior, en el periódico independentista «El Reconcentrado» de un suelto que lleva por título «FUGA DE GRANUJAS».
Dirigido por el exredactor de «La Lucha», Ricardo Arnauto, comienza a publicarse este diario en La Habana a principios de enero de 1898 y desde sus páginas se atacará ferozmente al general Weyler, a San Miguel (director de «La Lucha») y otras personalidades civiles y militares entre los que destacan el ex gobernador civil de La Habana Sr. Porrúa y el comandante Fonsdeviela. El Sr. Maruri al que hace mención el suelto que desata los incidentes de La Habana era alcalde de Guanabacoa y dicho periódico le acusaba de ciertos abusos cometidos en esa población durante su mandato.
Esa noche, un numeroso grupo de jóvenes oficiales españoles presentes en aquel momento en el teatro Albisu, indignados por una publicación que consideran que atenta contra el honor del ejército, se presentó en compañía de otro numeroso grupo de exaltados civiles (la prensa hace mención de un número comprendido entre 60 y 300 militares así como algo más de 1000 civiles) en la redacción de dicho periódico, donde se producen los primeros forcejeos y golpes entre ellos y los trabajadores de «El Reconcentrado» que tratan de impedirles el acceso.
Tras propinar una paliza y poner en fuga a los empleados del periódico, llevaron a cabo el destrozo del mobiliario y maquinaria, dirigiéndose entonces a las oficinas de «La Discusión», otro de los periódicos independentistas que también sufriría daños de importancia. Mientras las fuerzas de la policía se emplean en calmar los ánimos e impedir que se siguieran produciendo altercados, apareció el general Garrich, Segundo Cabo y Gobernador Militar interino de la plaza, quien se dirigió a los oficiales españoles instándoles a que se retiraran y desistieran de su actitud.
Sin embargo, un gran número de paisanos, al grito de «¡Al Diario de la Marina!», se encaminaron hacia la redacción de dicho periódico donde volvieron a reproducirse el lanzamiento de piedras y el destrozo de cristales, no pudiendo cumplir su objetivo de destrozar la redacción de este periódico al haber trancado puertas y ventanas los empleados allí presentes.
Posteriormente, los redactores de dicho diario manifestarían que ningún oficial del ejército estaba presente en el intento de asalto del que fueron objeto.
La llegada del general Arolas con fuerzas del orden público obligaría a la muchedumbre a dispersarse ante la amenza de ser disueltos mediante una carga a la bayoneta. A pesar de ello, los ánimos no se apaciguarían y los disturbios continuarían sucediéndose. El gobierno autonómico, entretanto, publicaría una circular «á fin de impedir (...) que al amparo de ciertas tolerancias se hagan propagandas perjudiciales á la causa de España» [1] dejando en días posteriores de publicarse tanto «El Reconcentrado» como «La Discusión».
El 14 de enero, cuando se piensa que los disturbios iniciados en la noche anterior ya están controlados, se reproducen al concentrarse nuevamente frente a la redacción del «Diario de la Marina» y «El León Español» diversos grupos –arengados y exaltados desde el Centro Asturiano– que fueron dispersados por las fuerzas de orden público al mando del general Arolas; ya esa misma tarde la tranquilidad comenzaba a reinstaurarse en la ciudad, que veía cómo volvían a abrirse comercios y teatros. Durante el desarrollo de todos estos acontecimientos no se ha de lamentar ninguna víctima mortal siendo detenidos, según manifiesta la prensa, un total de 25 individuos, destacando el concejal Trillo y 4 oficiales: Zacarías, Bresmez, Calvo y Escribano.
El oficial Calvo, curiosamente, ya había protagonizado anteriormente alguna desavenencia con Ricardo Arnauto.
El gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica ha estado permanentemente interesado y al corriente del desarrollo de los acontecimientos que se están desarrollando en La Habana a través de los informes que el Cónsul General Fitzburg Lee ha remitido a través del cable telegráfico: si bien en un primer momento dibuja un panorama desolador, finalmente ha de rendirse a la evidencia y confirmar que la situación en La Habana está controlada y en calma.
Mas para añadir algún pero a la situación, hace constar que calcula el número de reconcentrados en toda la isla en no menos de 200 mil, quienes careciendo de todo recurso dependen de la caridad para sobrevivir. Y según sus cálculos, no menos del 20% de ellos están condenados a fallecer.
En esos momentos la US Navy ya tiene desplegadas algunas unidades en puntos estratégicos del Caribe y la costa sur de los Estados Unidos: en Jacksonville se encuentra el crucero-dinamitero «USS Vesuvius»; en Saint Kitts el crucero «USS Annapolis»; en la isla de Guadalupe el crucero «USS Wilmington»; en Tampa el crucero «US Marblehead» mientras que el crucero «USS Detroit» se encuentra el 14 de enero navegando desde Cape Haytien (Haití) a Cayo Hueso, donde ya se encuentran el «USS Montgomery» y el «USS Maine».
En Cayo Hueso (Key West) el «USS Maine», que ha sido puesto directamente bajo las órdenes del Cónsul General en La Habana, mantiene comunicación telegráfica permanente con el consulado norteamericano en dicha ciudad, esperando una orden para levar anclas y zarpar con rumbo a la capital de la isla, en tanto la prensa norteamericana y el propio Fitzburg Lee no cesan de repetir que la presencia de buques de guerra de los EEUU en puertos de la isla es completamente innecesaria.
Mientras se suceden estas manifestaciones amistosas, los movimientos de la US Navy parecen indicar lo contrario: las unidades que conforman el «North Atlantic Squadron» reciben instrucciones para dirigirse al sur, hacia aguas de Florida, para efectuar unas maniobras en las islas Dry Tortugas.
A pesar de haber sido programados hace ya varios meses, estos ejercicios navales no se habían llegado a ejecutar. Los incidentes de La Habana suponen ahora la mejor ocasión para llevarlas a cabo, manteniendo cerca de las aguas españolas la escuadra por si se hiciera necesario hacerla intervenir en Cuba.
De esta manera desde Hampton Roads zarpan el «USS New York», el «USS Indiana» y el «USS Iowa» el sábado 15 de enero mientras que desde Nueva York lo hacen el «USS Texas» el sábado 15 de enero y el «USS Massachussetts» el domingo 16 enero.
En España, mientras, se ordena al crucero acorazado «Vizcaya», los cazatorpederos «Furor», «Plutón» y «Terror» así como a la escuadrilla de torpederos que se alisten en Cartagena lo antes posible para zarpar con rumbo a Cádiz y esperar nuevas órdenes una vez allí.
Finalmente, en un clima de tensión que va en aumento y dentro de la política de ingerencia que mantiene Norteamérica en los asuntos españoles en la isla de Cuba, territorio español por otro lado en la época, los EEUU toman la decisión de enviar algunos buques de guerra a puertos cubanos en «visita de cortesía».
De este modo, el acorazado de 2ª clase (en realidad se trata de un modesto crucero acorazado) «USS Maine» recibe la contraseña «Two dollars» el 24 de enero que indica la orden de dirigirse al puerto de La Habana llevando a bordo una dotación de 354 tripulantes.
España, a pesar de la tensión existente entre los dos países y al hecho de que las autoridades norteamericanas advierten de la llegada del «USS Maine» a La Habana con muy poco margen de maniobra para una posible protesta española, optó por tomar la llegada de los buques americanos a los puertos de Cuba como lo que simulaban ser: «visitas de cortesía». Y toma la decisión de devolverlas enviando, a su vez, al puerto de Nueva York y al de Nueva Orleans a los cruceros acorazados «Vizcaya» y «Almirante Oquendo» respectivamente.
El «USS Maine» se había construido en Nueva York, en el «Brooklyn Navy Yard», poniéndose su quilla en 1888. Fue botado el 18 de noviembre de 1890 teniendo como madrina a Miss Alice Tracy Wilmerding, sobrina del por entonces Secretario de Marina Benjamin F. Tracy y se concluyó en 1895, siete años después de iniciados los trabajos.
Fue clasificado inicialmente como crucero acorazado y posteriormente como acorazado de 2ª clase, aunque en realidad era muy lento para ser lo primero y estaba mal armado para lo segundo. Su origen se encuentra en la carrera armamentística iniciada en las repúblicas iberoamericanas, entre las que destacaba Brasil con la adquisición del acorazado «Riachuelo» y otras modernas unidades navales adquiridas en Europa.
Con un desplazamiento de 6.682 toneladas y un calado de 6,9 metros alcanzaba una velocidad máxima de 17 nudos y poseía un blindaje que oscilaba entre los 300 y los 150 mm. de espesor. Como armamento principal portaba 4 cañones de 254 mm situados en dos torres dobles ubicadas a estribor la de proa y a babor la de popa, y otros 6 cañones de 152 mm, quedando completado con 7 cañones de 57 mm y 8 cañones de 37 mm, además de 4 tubos lanzatorpedos.
Pero ya en el momento de su botadura era un buque claramente superado por otra clase de navíos más modernos influyendo en ello, entre otros factores, el prolongado tiempo de construcción empleado y los rápidos avances tecnológicos que se suceden en la construcción naval.
El 25 de enero de 1898, alrededor de las 11:00 horas de la mañana, hacía su entrada en el puerto de La Habana el «USS Maine», con su casco pintado de un inmaculado color blanco y de ocre para el resto de las estructuras, atracando en la boya nº 4 del Estado en donde la profundidad era de unos 8,5 m. durante la bajamar, junto al crucero español «Alfonso XII» y la fragata escuela alemana «SMS Gneisenau».
Las medidas de seguridad que se adoptaron en el buque nada tenían que ver con el tipo de visita que se suponía venía a realizar, prohibiéndose a la marinería desembarcar para visitar la ciudad permitiéndose solo a la oficialidad asistir a algunos de los agasajos a los que fueron invitados por las autoridades habaneras
Al mismo tiempo, se restringieron las visitas a bordo y como medida añadida de protección se mantuvieron municionadas y preparadas para hacer fuego las piezas de pequeño calibre. Las guardias, asímismo, fueron dobladas.
Durante su prolongada estancia en el puerto de La Habana el «USS Maine» sería objeto. por parte de las autoridades españolas, de un trato exquisito en el que pesaba el ánimo de normalizar la presencia del buque en unos momentos de gran tensión entre ambos paises.
Algunos medios españoles también dispensaban a la visita del buque norteamericano un trato deferente, mencionando que «El Gobierno de Mr. McKinley nos ha dado la grata sorpresa de presentar en la bahía de La Habana, sin previo aviso, el crucero Maine, que, según nota posterior á su llegada, no llevaba otro encargo que el de hacernos una visita de cortesía (...) que la exquisita cortesía de nuestros cariñosos amigos de América nos ha enviado á las aguas de la Habana en calidad de tarjeta de visita, y en prueba de la franca y sincera cordialidad de relaciones que con España los unen.
Hay espíritus suspicaces que presumen que el envío de éste acorazado se acordó cuando los sucesos de La habana hicieron creer en una oportunidad aprovechable, y hasta añaden que como, á Dios gracias, la tranquilidad en la Habana sucedió muy pronto á aquella efímera revuelta, la que se engendró hostil tuvo que nacer amable, y el barco que partió amenazador arribó afable, cortés, y como se trataba del Maine....., amainó.» [2]
Pero el 15 de febrero de 1898, a las 21:40 horas de la noche, se producían dos explosiones que sacudían toda La Habana y se podía ver como el «USS Maine», con la proa destrozada, se hundía llevándose consigo la vida de 266 marineros no solo americanos sino de otras muchas nacionalidades que servían en dicho buque. La primera ayuda llegó, de manera inmediata, desde el cercano crucero «Alfonso XII» y el transporte «Legazpi», cuyas dotaciones lanzaron al agua sus botes y no dudaron, en algún caso, en lanzarse al agua para socorrer a las víctimas americanas.
De manera inmediata, sin que aún obre ninguna investigación que aporte luz al suceso, la prensa amarilla norteamericana apuntó a la acción de una mina submarina, española sin lugar a dudas, llegando a ofrecer desde algunos rotativos incluso una recompensa a quien pudiese aportar algún indicio o prueba de la veracidad de sus afirmaciones.
Las autoridades españolas abrieron una investigación para aclarar el asunto, invitando a la misma a las autoridades norteamericanas; sin embargo éstos declararon que pese a estar en aguas españolas los restos del infortunado buque eran territorio americano, por lo que no permitieron a las autoridades españolas el que pudieran examinar los restos a conciencia, limitándose a hacerlo mediante una observación visual del pecio sin posibilidad de acceder al mismo.
La Comisión Técnica española, tras no pocas dificultades encontradas para desarrollar su trabajo, determinó que la explosión había sido interna y a todas luces casual. Tomaba como base para su argumentación indicios tales como el hecho de que las planchas de acero del casco del «USS Maine» estuvieran retorcidas de dentro hacia afuera; en caso contrario, de haberse tratado de una explosión originada por una mina o un torpedo, el casco estaría retorcido hacia adentro.
Durante 16 días, comprendidos entre el 2 y el 18 de marzo de 1898, 3 buzos españoles trabajarían en la inspección visual del pecio, sin más interrupción que la provocada por los días de lluvia y los festivos.
Uno de ellos, el buzo Juan Hernández, manifestaría en su declaración a la Comisión investigadora española el 21 de marzo «Que empezó el reconocimiento por el costado de babor á popa, no encontrando en él desperfecto notable; que ha reconocido la parte de las calderas á proa por ambos costados, encontrando que todas las planchas, que al parecer forman el costado, están botadas hacia el exterior; (...) que ha reconocido desde el punto de rotura hacia proa, sin encontrar costado ni planchas de blindaje por esa parte hasta una distancia de la proa de cinco á seis metros (...); que en la parte que he dicho no se encontró costado, se ven las planchas caidas sobre el fango siempre hacia el exterior; (...) que reconocido el costado por la parte de babor, se encuentra la rotura á la misma á la altura que en el otro costado, con la diferencia que la parte de proa no existe, que á esta banda son menos numerosos los restos lanzados fuera del buque; que la parte de costado que existe está tumbado sobre el fango hasta el punto de rotura; que en el interior del buque no se han podido practicar detenidos reconocimientos por el hacinamiento de planchas, hierros, cables eléctricos y restos de todas clases que lo imposibilitan; la suciedad de las aguas también dificulta estos trabajos. Que han visto jarras de pólvora, unas reventadas y otras, sólo una completa, con casquetes dentro» [3]
De este modo, las conclusiones españolas determinaban que se había producido una explosión de primer orden verificándose en uno de los pañoles de proa.
Con buen criterio, la Comisión Técnica española concluía que, mientras no fuera posible un reconocimiento del interior y del exterior del casco y no se conociesen datos sobre cómo estaba establecido el servicio interior del buque en el momento de la explosión, no podría añadirse nada más a lo que la inspección ocular les había mostrado.
La prensa norteamericana no encontró inicialmente eco entre la oficialidad superviviente del «USS Maine» a sus intentos de mostrar que la destrucción del buque se debía a la acción de un artefacto español, pues negaban que tal cosa hubiera sucedido. Y es la teoría sobre una explosión accidental producida en el interior del buque la que manejan los expertos navales norteamericanos como no solo probable sino segura.
Mientras se sucede la investigación desarrollada por ambas partes, la prensa norteamericana insiste en poner en marcha la teoría de un ataque español, acudiendo para ello directamente a la marinería para arrancarles, ahora sí, el testimonio que denuncia haber visto en el agua el artefacto que causa el hundimiento del USS Maine: de uno a dos torpedos.
Huelga decir que, con excepción de aquellos que se encontraban de servicio en cubierta, la mayoría permanecían en los sollados dedicados a otros menesteres.
El «USS Maine», empero, no sería un barco afortunado; tras ser aprobados sus planos se produjo un enorme retraso en la adquisición de los materiales para su construcción, colocándose su primera cuaderna el 10 de septiembre de 1888. Ese mismo año, mientras se llevaba a cabo su construcción, hasta un total de 14 de sus cuadernas se verían afectadas por la inadecuada ejecución en sus remaches y otras partes de sus estructuras.
A lo largo de su breve vida operativa, el «USS Maine» continuaría siendo víctima de diversos incidentes:
El Cónsul General norteamericano, Fitzhugh Lee, se manifestó en apoyo de sus compatriotas aduciendo que los yates de recreo podían considerarse como los buques de guerra y las legaciones diplomáticas gozando, pues, del derecho de extraterritorialidad que los dejaba fuera de la jurisdicción de las autoridades españolas en este caso; autoridades que no insistirían mucho en inspeccionar el yate para evitar incidentes no deseados.
El 10 de febrero de 1898 el periódico «El Día» recogía que «Dicho buque no lleva manifiesto ni va dirigido a ninguna casa consignataria, por lo cual infunde sospechas. Lleva un cañoncito de tiro rápido, armas y otros bultos sospechosos. Está tripulado por 15 hombres, y ha pretendido salir de puerto sin pagar las multas impuestas por la aduana. Se ha dado las ordenes oportunas para que sea vigilado».
El mismo día de su llegada al puerto habanero, William Randolph Hearst cursó una invitación a la oficialidad del «USS Maine» para una cena homenaje a bordo del «Buccaneer».
A su vez Randolph Hearst sería invitado al día siguiente a visitar el «USS Maine» para realizar un reportaje que tenía como protagonistas a los miembros del equipo de béisbol del crucero americano que se había proclamado campeón del torneo de la «US Navy».
El«Buccaneer» permanecerá junto al crucero americano hasta el momento que abandone La Habana, tan solo tres días antes de que se produzca la explosión que provocará una guerra.
El día 19 de febrero, mientras en La Habana ya se ha producido la pérdida del «USS Maine», tras atravesar un fuerte temporal hacía su entrada en Nueva York el crucero acorazado «Vizcaya», cuya visita había sido anunciada oficialmente por las autoridades españolas con la suficiente antelación para permitir a sus colegas norteamericanos adoptar las medidas necesarias en el puerto de visita para su recibimiento y seguridad.
Su comandante, Antonio Eulate, informaría telegráficamente al Gobierno español que «Llegamos ayer tarde, fondeando en Sandy Hook, por la espesa niebla reinante, habiendo pasado treinta y cuatro horas capeando un fuerte temporal giratorio huracanado, que nos cogió entre las Bermudas y cabo Hatteras.
El barco valiente y sin averías; la tripulación toda con excelente salud.—
Eulate» [4]
Así, en medio de un ambiente muy enrarecido y hostil las autoridades norteamericanas adoptaron medidas extraordinarias para garantizar la seguridad del buque español y de su tripulación, patrullando las aguas cercanas al crucero acorazado que permanecerá fondeado a tres millas del faro de Sandy Hook, y no permitiendo que se acercasen a él ninguna embarcación en previsión de una posible acción hostil como represalia por lo sucedido en La Habana.
De este modo y tras advertir al comandante del crucero, D. Antonio Eulate, de la presencia de buques de vigilancia en el entorno cercano, se puso en marcha un estricto sistema de seguridad consistente en dos remolcadores que patrullaban durante ocho horas las aguas que rodeaban al «Vizcaya» para ser relevados por otros dos remolcadores al finalizar su turno de servicio. A estos últimos les daban el relevo dos vapores pertenecientes al «Police Department» de Nueva York, estableciéndose de este modo un sistema de vigilancia que patrullaba durante las 24 horas alrededor del «Vizcaya».
Tras cumplir las ocho horas de servicio, los hombres a los que se les había encomendado dicha misión disfrutaban de un periodo de 16 horas de descanso.
Pasados unos días en Nueva York y tras recibir las pertinentes instrucciones del Consulado español, el «Vizcaya» zarparía con rumbo a La Habana donde se reuniría con el «Almirante Oquendo».
Finalmente, en Cayo Hueso, la Comisión de Investigación estadounidense dictaminaba todo lo contrario a la emitida por su contraparte española: el 21 de marzo de 1898 se sellaba un informe en el que se recogía que la causa de la destrucción del «USS Maine» se debía a un artefacto submarino.
Significaba la guerra.
De este modo, el presidente McKinley podía informar al Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica el 11 de abril de que la explosión había sido motivada por un agente externo, declarando que éste hecho era sintomático de la situación extrema que se vivía en la isla.
La opinión pública estadounidense entre tanto continuaba siendo víctima de la campaña de manipulación e intoxicación informativa que llevaba a cabo la prensa amarilla de su propio país, haciendo aparecer a España como ejecutora de las más terribles acciones inimaginables en la guerra que se estaba librando en Cuba desde 1895.
Para reforzar las unidades de su minúsculo ejército profesional y para atender a las campañas que se iban a desarrollar en Filipinas y Puerto Rico se daría comienzo en los EEUU a una campaña para el reclutamiento de voluntarios en algunos casos utilizando como reclamo carteles que incluían el lema de «Recordad el Maine» y «Al infierno con España».
Sin embargo, hoy día todo parece indicar que verdaderamente la explosión que provocó la destrucción del buque fue interna, siendo la explicación más extendida que fue motivada por la combustión espontánea de una carbonera junto a un pañol de municiones.
De todas maneras, el hecho de que los estadounidenses no consintieran que una comisión internacional, tal como había solicitado España, llevase a cabo las investigaciones en el pecio del «USS Maine», y que finalizada ya la guerra se negasen a llevar a cabo una nueva investigación -solicitada una vez más por España- junto al hecho de que en 1912 los restos del buque fuesen reflotados para ser hundidos solemnemente en una fosa del Caribe imposibilitando posteriores análisis, habla muy a las claras del oportunismo estadounidense al aprovechar una desgracia para llevar a cabo sus propósitos.
![]() Comedor de suboficiales del Maine. Procedente del «Harper's Weekly».
![]() Grupo de artilleros del Maine. De «The New York Tribune».
![]() Puesta de sol en La Habana vista desde el pecio del Maine. Archivo personal.
![]() Grupo de buzos españoles y estadounidenses preparándose para una inmersión. De «La Ilustración Católica de España».
![]() Buzos estadounidenses en el pecio del Maine. Procedente del «Harper's Weekly».
![]() Estado de la cámara de oficiales del Maine en 1912 tras ser reflotado. Archivo personal.
![]() Funeral en el cementerio de La Habana de las víctimas del Maine. Archivo personal.
![]() Fragata escuela alemana Gneisenau. Archivo personal.
![]() Estadounidenses inspeccionando el pecio del Maine. Del «Munsey's Magazine». Año 1897.
![]() El Maine haciendo su entrada en La Habana. Archivo personal.
![]() Oficiales del USS Maine. De «The New York Tribune».
![]() Mástil del USS Maine. De «The down falls of Spain».
![]() Pecio del Maine en La Habana. Archivo personal.
![]() Otra imagen del pecio del Maine. Archivo personal.
![]() Los restos del Maine en el puerto de La Habana. Archivo personal.
![]() Los efectos de la explosión en el USS Maine: planchas retorcidas hacia el exterior.
![]() El puerto de La Habana visto desde el pecio del Maine. Archivo personal.
![]() Trabajos en 1912 para reflotar el Maine. Archivo personal.
![]() El Maine camino de la fosa donde será hundido en 1912. Archivo personal.
![]() Sección central del Maine incluyendo la torre de control blindada. Archivo personal.
![]() Traslado de los cuerpos de las víctimas del Maine desde el cementerio de La Habana al transporte Bauch.
![]() Pecio del Maine visto desde su popa. Archivo personal.
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