Una imagen del buque americano Petrel durante el combate de Cavite

EL DESASTRE DE CAVITE

"Durante el combate, y por la línea de flotación, entró una granada en la carbonera de babor, que la encendió, apagándose el fuego con el agua que entraba por el agujero practicado por el proyectil."
Del parte de combate del crucero Don Juan de Austria tras la batalla de Cavite.

En la mañana del día 30 de abril de 1.898 fondeaba en Cavite, tras regresar de la bahía de Subic, la escuadra española del Almirante Montojo, disponiéndose para el combate que se avecinaba de la siguiente manera:

ÄJunto a Punta Sangley se situó el D. Juan de Austria;
Ä el cañonero Marqués del Duero y el crucero
D. Antonio de Ulloa cercanos a él, a pesar de que éste último no podía navegar debido al estado de sus máquinas y a que con excepción de dos piezas de 120 mm., el resto de su artillería se había desmontado para llevarlas a tierra;
Ä a continuación, el inmóvil Castilla y delante de él el buque insignia Reina Cristina.

disposición de los buques españoles para el combate

Delante de ellos se habían colocado gabarras llenas de arena para evitar que los disparos de los buques americanos hicieran blanco en la línea de flotación.
Y ya en el otro extremo de la línea, los cruceros de 3ª Isla de Cuba e Isla de Luzón.
Dos buques más se encontraban dispuestos en el arsenal, el crucero de 2ª Velasco, sin su artillería ni motores por estar en reparaciones y el cañonero General Lezo.

comodoro Dewey, jefe de la escuadra americana

Ninguno de los dos participaría en el combate.
Todos los buques habían sido pintados de gris excepto el Castilla, que seguía con el habitual color blanco que se utilizaba en las Filipinas.
Existían, además, otra serie de buques de guerra españoles que no llegarían a participar en el combate.
En la zona de Cavite se encontraban el buque hidrográfico Argos y el transporte Manila, y ya más cercanos a la capital se encontraban varios cañoneros, un pequeño transporte de la Armada, el Cebú, y varias lanchas cañoneras.

Mientras tanto, la escuadra del comodoro Dewey también se aprestaba para el combate, tirando por la borda todo aquello que era inútil y aquellos objetos de madera que podían alimentar un incendio en el caso de ser alcanzados por proyectiles españoles.

El 1 de mayo de 1.898, ya en aguas españolas, decidía reconocer la bahía de Subic con la esperanza de encontrar allí a la escuadra española y bloquearla, pero al no encontrarla, decidió poner rumbo a la bahía de Manila a las 23:30 horas de la noche.
El acceso a la bahía lo hizo a través de Boca Grande sin que ninguna de las dos cañoneras que patrullaban la zona le avistasen.
Tan sólo cuando ya revasaban la entrada fueron avistados por las baterías de la isla del Corregidor, que abrieron fuego sin ningún resultado, de la misma manera que

ruta de la escuadra de Dewey

los disparos que sobre ellas efectuaron los navíos americanos tampoco consiguieron nada positivo.
Tampoco las minas instaladas sirvieron de gran ayuda, pues no hicieron explosión.
A las 04:00 de la mañana se tocaba zafarrancho de combate en los navíos españoles y casi una hora después, dos minas explotaban sin provocar daño alguno en la proa del Olimpia, el buque más poderoso de ambas escuadras.

Punta Sangley en los años 40

El hundimiento de este navío antes de iniciado el combate hubiera podido provocar un cambio en el curso de la batalla que se avecinaba, e incluso podía haber obligado a los norteamericanos a eludir el combate. Definitivamente, la suerte no estaba del lado español.
Desde Punta Sangley se abrió fuego, aunque sin singún resultado.
Del mismo modo las baterías apostadas en Manila, que también abrieron fuego, se vieron obligadas a cesar en su empeño de batir a la escuadra enemiga por hallarse aún ésta fuera de su alcance.

Mientras tanto, la escuadra enemiga continuaba acercándose hacia las posiciones de la escuadra española, que a eso de las 05:00 horas de la mañana, y cuando los
navíos americanos se encontraban a unos 6.500 m. de distancia, abrió fuego, teniendo el honor de hacerlo el buque insignia de la escuadra, crucero Reina Cristina, a bordo del cual iba el almirante Montojo.
Por su parte, los norteamericanos no abrirían fuego hasta haberse acercado a una distancia cercana a los 5.000 m., momento en el que ya se verían involucrados en el combate todos los buques, tanto españoles como americanos.
Mientras los buques españoles no se movían de sus posiciones o lo hacían muy lentamente aquellos que podían navegar, ofreciendo un blanco inmejorable para los artilleros americanos, éstos navegaban en paralelo a los buques del Apostadero.

Una imagen del Petrel en combate con los buques españoles

Una de las acciones más heroicas de la jornada la protagonizarían el crucero Reina Cristina al decidir salir de la línea española para acercarse a los buques norteamericanos hasta una distancia útil para la utilización de los torpedos, y el crucero D. Juan de Austria, el otro navío español que podía navegar y que estaba dotado de tubos de lanzar.

Sin embargo, la escuadra americana concentraría sobre el buque insignia todo su fuego, haciéndole desistir de su empeño.
Tras cerca de dos horas combatiendo, el comodoro Dewey decidió retirarse del combate debido a un parte, según palabras del propio Dewey, en el que se le informaba que su nave principal, el crucero protegido Olimpia, apenas

La escuadra española durante el combate. A la derecha se observa el arsenal de Cavite, así como algunos barcos ardiendo

tenía municiones.
Durante esas dos horas de combate, y a pesar de que varios buques españoles estaban ardiendo, había agotado casi todas sus municiones y no había conseguido hundir ningún navío español.

El Monocacy, buque de madera y propulsión de palas, que no participó en el combate. La U.S. Navy tenía buques más antiguos que España

Absolutamente todos continuaban respondiendo al intenso fuego nortemericano.
Por si fuera poco, el fuego español había provocado un incendio en el crucero Bostón y daños considerables en el crucero Baltimore, donde una granada española, que no llegó a explotar, atravesó de lado a lado el casco del buque y le desmontó dos

piezas de artillería.
Desde luego, si la escuadra española era capaz de sostener un nuevo embite, podía resultar vencedora.

Pero mientras Dewey dudaba en volver a realizar un nuevo ataque, en las filas españolas se producía un hecho que ponía la victoria en bandeja a un enemigo que nada había hecho para conseguirla pese a su teórica aplastante superioridad: el almirante Montojo ordenaba a los buques retirarse tras el arsenal de Cavite y resistir allí si los americanos volvían a atacar, zabordando los buques si el combate se hacía insostenible.
En los cruceros Castilla y Reina Cristina, al ser evacuados por sus dotaciones, los fuegos que ya estaban controlados volvieron a avivarse, con lo que consumieron ambos navíos sin remedio al alcanzar los pañoles de municiones y hacerlos explosionar.

impacto de un proyectil español en un buque americano

Ante este hecho, el comodoro Dewey decidió reanudar el combate, que se produciría ya casi sin la oposición de los buques españoles que aún podían responder al fuego enemigo.

el crucero Reina Cristina tras el combate

Las dotaciones del resto de navíos de la escuadra decidieron zabordar los buques para evitar que cayesen en manos enemigas, con lo que los barcos norteamericanos ahora sí pudieron hacer blanco con total impunidad sobre los indefensos buques españoles. Tan sólo respondieron al fuego enemigo los dos cañones de Punta Sangley, aunque con un ritmo intermitente y sin conseguir hacer ningún blanco .

Una instantánea del crucero de 2ª clase Velasco, hundido tras el combate   otra imagen del Velasco

Dado el poco fondo de las aguas de la bahía en ese punto, los buques españoles se hundieron pero quedaron con la cubierta sobre el agua, lo que les hubiera permitido continuar haciendo fuego. Sin embargo, ya se había comenzado a evacuar a las dotaciones para evitar más pérdidas de vidas.

el crucero Castilla. Al fondo, los buques de la escuadra americana   dos nuevas instantáneas del Castilla hundido

Sin embargo, la escuadra de Dewey no se limitó a bombardear impunemente a la ya entregada escuadra española, sino que también bombardearon el arsenal de Cavite, que nada pudo hacer para responder al fuego enemigo. A las 14:30 horas de la tarde, se ordenaba a los dos cañones de Punta Sangley cesar el fuego que aún mantenían sobre los buques americanos, e iniciar las negociaciones de rendición del arsenal de Cavite.

una nueva toma del Reina Cristina  totalmente desmantelado

La escuadra americana anclaba frente al arsenal de Cavite mientras tenía lugar la reunión previa a la entrega de la plaza, al tiempo que el Almirante Montojo, ya en Manila, daba cuenta a Madrid del desastre sufrido.

crucero de 3ª Isla de Cuba, uno de los buques que los americanos reflotarían e incorporarían a su Armada

Es fácil elucubrar, una vez que los hechos han pasado, sobre lo que hubiera sucedido de haber prolongado la resistencia unas horas más. Quizás Dewey, acuciado por el gasto de munición sin conseguir una victoria definitiva, hubiera tenido que regresar a Hong-Kong.
Por otro lado, los buques españoles no debían ser tan viejos ni tan malos cuando los norteamericanos reflotaron para incorporar a su propia marina alguno de ellos. Y lo hicieron manteniendo sus mismos nombres. Se trató de los cruceros D. Juan de Austria que se mantuvo en servicio hasta 1.921, año en que se vendió para ser convertido en

buque mercante; el Isla de Cuba se mantuvo en servicio hasta 1.912, para ser vendido después a la armada venezolana donde sirvió hasta 1.929; y el Isla de Luzón, que sirvió hasta 1.919, para ser vendido después como buque mercante hasta 1.931. Posteriormente al combate, los norteamericanos realizaron un estudio de los pecios españoles para comprobar, entre otras cosas, la efectividad de sus disparos.

el transporte Cebú, que tampoco se salvaría de los disparos americanos



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