Los intereses geopolíticos de los EEUU en el Caribe español no eran nuevos. Por lo tanto, no es de extrañar que cualquier movimiento secesionista que se originase en Cuba fuese alentado y apoyado desde Washington.
En 1854, mediante el «Manifiesto de Ostende», los EEUU dejan entrever cuál es su posicionamiento respecto a Cuba: el manifiesto, redactado por varios de sus embajadores y cónsules en Europa, expresaba que la anexión de Cuba era una cuestión fundamental para la seguridad de los EEUU.
Se valoraba la isla en una cantidad entre los 120 y los 300 millones de dólares y se manifestaba que era vital obligar a España a su venta por dicha cantidad, tal y como queda reflejado en los primeros párrafos del Manifiesto, donde expresaban que «Hemos llegado a la conclusión, y estamos completamente convencidos, de que el gobierno de los Estados Unidos debe hacer un esfuerzo inmediato y serio para comprar Cuba a España a cualquier precio por el que se pueda obtener, sin exceder la suma de $ (este elemento se dejó en blanco)» tomando en consideración que cualquier negativa española sobre semejante transacción legitimaba a los EEUU a su adquisición mediante cualquier otro método. Ese intento de comprar la isla se llevaría a cabo en diversas ocasiones, sin llegar a prosperar en ninguna de ellas entre otras razones porque la opinión pública española y sobre todo el Ejército no hubieran visto con buenos ojos una operación semejante. En la mentalidad política de la época era inconcebible que una potencia se deshiciera de sus posesiones territoriales (que marcaban su prestigio y situación en el concurso mundial) de motu proprio, pues podía entenderse como un signo de debilidad que pusiese en peligro su propia integridad nacional ante las apetencias de otras potencias.
Ya desde fecha tan temprana como 1822 los estadistas estadounidenses Adams, Clay y Monroe habían sugerido la compra de la isla de Cuba aunque no será hasta 1848 cuando por mediación del embajador yanki en Madrid, Mr. Saunders, no se hará la primera oferta en firme al general Narváez por un montante de 50 a 100 millones de dólares. En 1853 se vuelve a realizar una nueva oferta para la adquisición de la provincia ultramarina española, aumentando la cifra hasta los 200 millones de dólares.
En diciembre de 1896 el presidente Cleveland mencionaba que «Se ha sugerido al Gobierno la idea de que los Estados Unidos podrían comprar la isla: esto sería digno de consideración si se encontrase á España dispuesta á discutir este punto».[1]
España mantuvo siempre sus derechos históricos sin vacilación ante las presiones para la venta de la isla de Cuba, «por tratarse de un punto de honor más que de una pasajera conveniencia, y se apercibió á su defensa de todos los modos posibles». [2]
En 1.865 el futuro presidente español, Cánovas del Castillo, invitaba a acudir a Madrid a una delegación cubana para estudiar y negociar las reformas políticas que desde Cuba se estaban demandando: la abolición de la esclavitud, la apertura aduanera, la representación en las Cortes españolas, la separación del poder civil y del militar (no hay que olvidar que las provincias ultramarinas españolas estaban gobernadas por un Capitán General) y la creación de diputaciones provinciales.
La cita en Madrid no fructifica y dos años más tarde, en 1.867, todas esas propuestas aún no se han traducido en hechos concretos.
Ese mismo año se produce en Oriente, tradicionalmente la más pobre de las provincias cubanas, la formación de un Comité Revolucionario que va a estar dirigido por el personaje más rico e influyente de la región, poseedor además de grandes extensiones de tierras y esclavos: Francisco Vicente Aguilera.
El 4 de agosto de 1.868 tiene lugar en la localidad de San Miguel de Rompe, una finca situada a unos 30 km de Las Tunas, en el fundo de Rompe, una reunión de representantes de los Comités de Oriente y de Camagüey que pasará a la historia como la «Convención de Tirsán».
doce regimientos de infantería; un cuerpo de ingenieros; otro de artillería; dos de caballería; una sección de guardia civil; un regimiento de bomberos armados; un cuerpo de guardia correccional; dos compañías de guarnición de hospitales militares y cinco regimientos de caballería é infantería de milicias. Todos estos cuerpos, según el mismo estado, que preferimos á otros, por ser de autor enemigo, y que por consiguiente no podrá ser tachado por sus adeptos, constituían la fuerza efectiva siguente:
Tropas veteranas de todas armas, incluyendo la oficialidad........................................................ |
1 |
4. |
300 |
hbres. |
Guardia Civil....................................................... | 640 | id. | ||
Guardia Correccional......................................... | 120 | id. | ||
Bomberos armados............................................ | 1. | 000 | id. | |
Infantería y caballería de milicia...................... | 3. | 400 | id. | |
Soldados cumplidos y retenidos en el servicio.. | 300 | id. | ||
———— | ||||
1 | 9. | 760 | hbres |
La división militar de Cuba queda establecida en 1826 cuando el Capitán General de la isla ordena publicar el decreto de fecha 1 de enero del año en curso en el que se manifestaba la división de las provincias militares en tres Departamentos que fuesen proporcionales a la extensión de la isla, y que contarían con sus respectivas comandancias militares.
Quedaban conformadas de la siguente manera:
Iniciadas las operaciones, entre las medidas adoptadas para impedir el paso a lo largo de la isla de las fuerzas mambisas el General Blas Villate de la Hera, Conde de Valmaseda, propuso al Ministro de Ultramar de la Corona Española la construcción de una trocha o línea fortificada desde el puerto de Júcaro hasta el poblado de Morón, de tal manera que se dividiera la isla en dos.
La construcción de la misma no será completa ya que la línea de fortines no superará, en el norte, la laguna de la Leche, quedando, de esta manera, un ámplio espacio sin fortificar. Habrá que esperar a la llegada del general Weyler para que la trocha, en estado de abandono, se reconstruya y complete todo su trazado hasta la costa norte, incluyendo en su dispositivo la mencionada laguna.
Teniendo como base de partida las ciudades o los pueblos en los que se encontraba de guarnición, el Ejército Español iniciaba sus operaciones, tanto de escolta de convoyes como en operaciones contra los insurrectos, organizando columnas que estaban compuestas, generalmente, por entre uno a tres batallones de infantería, un escuadrón o sección de caballería y de una a cuatro piezas de artillería de montaña.
La forma de avanzar y asegurar la marcha dependía de factores tan distintos como los que imponía la orografía del terreno a atravesar, los objetivos perseguidos o la particular forma de pensar y dirigirla de quién estaba a su mando.
De acuerdo con lo expresado por el entonces Coronel de infantería D. Adolfo Jiménez Castellanos: «Las columnas en marcha iban en la forma siguiente: delante cuatro ó seis exploradores á caballo, cuando los había, y si no igual número de soldados a pie; á 25 ó 50 metros á retaguardia una sección, escuadra ó pelotón de infantería, según la fuerza de que constaba; unos 60 metros más atrás el resto de la vanguardia, compuesta por una, dos ó tres compañías.
A 300 metros á retaguardia solía ir el centro, á cuya cabeza iba el jefe de la fuerza con la artillería, y en algunos casos la caballería inmediata á ésta; pues en otros solían llevarla detrás de la infantería que formaba el cuerpo principal; después la impedimenta, y á continuación la retaguardia que se componía también de una á tres compañías: ésta iba en la misma forma que la vanguardia, con los exploradores en la extrema y un pelotón ó escuadraque los apoyase. En algunos casos iba á retaguardia la artillería y la caballería, y con frecuencia parte de ellas. Los caminos sólo permitían marchar de á cuatro en fondo, dos y uno.» [6]
La escolta de los convoyes terrestres constituyó una fuente constante de bajas y un servicio muy penoso para el soldado, quien no estaba acostumbrado al mismo.
Estos convoyes, siguiendo a Gonzalo de Reparaz podían ser de dos tipos:
Nombrado Gobernador de la isla de Cuba Martínez Campos, y tras diez años de hostilidades, se llega en 1.878 a la «Paz de Zanjón», firmada el 12 de Febrero, que pondría momentaneamente fin a la lucha que se ha denominado «Guerra de los Diez Años».
Lo cierto es que el conflicto en la isla no fue verdaderamente resuelto sino más bien aplazado, estallando meses más tarde la denominada «Guerra Chiquita», que duró casi un año y que fue fácilmente sofocada. En Madrid, las peticiones de reformas continuaron cayendo en saco vacío.
Durante esta primera «Guerra de los Diez Años» se produjo un suceso que estuvo a punto de desencadenar un conflicto con los EEUU y con Reino Unido: la corbeta española «Tornado» apresaba al buque «Virginius», un viejo vapor de ruedas laterales, construido en los astilleros Aitken & Mansel de Glasgow –Escocia– en 1864, con el nombre de «Virgin», para los Estados Confederados de America y que llevaba un cargamento de armas para los insurrectos cubanos.
Había zarpado de Kingston, en Jamaica, con dirección a Port-au-Prince, en Haití, bajo pabellón estadounidense.
Allí el 27 de octubre de 1.873 recibía una carga compuesta por 500 rifles, 400 revólveres, 600 machetes, algunos cañones, medicinas, ropas y municiones destinados a los insurrectos cubanos.
El «Virginius» fue interceptado cerca de Cuba por la corbeta «Tornado» dando inicio a una larga persecución, que finalizaba en aguas de Jamaica. Los tripulantes del navío americano –cubanos, americanos y británicos en su mayoría– fueron juzgados por las autoridades españolas de la isla como piratas, comenzando las ejecuciones por ello de manera inmediata, siendo fusilados 55 de sus pasajeros en los días 4, 7 y 8 de noviembre.
Estados Unidos protestó inmediatamente debido a que el buque llevaba (aunque de forma ilegal) la bandera estadounidense.
Reino Unido, la otra potencia damnificada, también elevaría sus protestas debido a la violación de sus aguas territoriales en Jamaica, puesto que el apresamiento se realizó a 6 millas de las costas de la isla mencionada, enviando a Santiago de Cuba un buque de guerra, el «HMS Niobe», para presionar a las autoridades españolas.
Finalmente, España detuvo las ejecuciones y devolvió el «Virginius» a los EEUU, liberando a los prisioneros que aún quedaban con vida. Para los familiares de los ejecutados se otorgó una indemnización de 80.000 dólares.
A lo largo de todo el conflicto la situación sería la de un Ejército convencional enfrentado a una guerrilla en un territorio donde la existencia de carreteras o caminos transitables era, dependiendo de la estación, difícil de encontrar.
Principalmente España controlaba el Occidente de Cuba así como las poblaciones y puertos del Centro y Oriente de la isla; pero fuera de esas zonas de control, el dominio –una vez que las tropas abandonaban una población o un área– era más teórico que real. Y lo mismo sucedía a la inversa.
El fin de la «Guerra de los Diez Años» y de la posterior «Guerra Chiquita» (24 de agosto de 1879 a 3 de diciembre de 1880) sin embargo, no significó que se cumplieran las promesas de reformas políticas y de autonomía proyectadas por el gobierno de Maura, avivándose por ello la llama de la sublevación el 24 de febrero de 1.895 en el denominado «Grito de Baire».
En aquel momento el ejército de guarnición en la isla está reducido a «15.900 hombres, organizado en siete regimientos de Infantería, un batallón de Cazadores, dos regimientos de Caballería, un batallón de Artillería á pie con una batería de montaña, habiéndose suprimido el regimiento que antes había, y un batallón mixto de Ingenieros y tres tercios de Guardia civil» [8] que a todas luces resultan insuficientes para sofocar la revuelta, por lo que desde España se comienzan a organizar las expediciones que llevarán los refuerzos destinados a sofocar la que a la postre será la última insurrección.
Dependediendo del autor, las cifras del Ejército de Cuba oscilan entre los 12000 y los 22000 efectivos en el momento de la insurrección.
La población de Cuba en esos momentos asciende a poco más de un millón y medio de habitantes. Fernando Flores y Vergara menciona en 1896 que «A la poca armonía que reina entre los habitantes de la Isla, contribuye en gran parte la heterogeneidad de su población, pues el número de sus habitantes se descompone de este modo:
Blancos | 9 | 77. | 992 | |
De Color | 4 | 89. | 249 | |
Extrangeros. | 10. | 632 | ||
Asiáticos | 43. | 811 | ||
Total | 1. | 5 | 21. | 684 |
Ya en ese momento se estimaba que «Estriba el poder de las fuerzas insurrectas en su práctica del terreno, en las íntimas relaciones que mantienen con la población pasiva, en el terror que causan á los habitantes de los campos, en la facilidad de dispersarse y reunirse, de escoger el sitio del combate y de averiguar la situación de las tropas. (...) Favorecen a los separatistas el conocimiento exacto del terreno en que operan, la libertad de moverse a su capricho y de escoger el lugar del combate, sin obligación de mantener determinadas posiciones, puesto que lo llevan consigo todo.
Favorecen a nuestras tropas la cohesión, la disciplina, el sentimiento del deber, que se aquilata lejos del hogar y se sublima en el peligro» [11] Quedaba de manifiesto una vez más el tipo de guerra al que tenían que hacer frente las tropas españolas.
Por Real Orden de 1º de marzo de 1895 se organizan en la Península 7 batallones de infantería: uno por cada región militar. Estas unidades se denominarán «Batallón Peninsular» y llevarán el número de la región militar en la que se organizan. Cada uno de estos batallones provisionales se van a componer de plana mayor [12]
y 6 compañías [13] excepto el «Batallón de Chiclana Peninsular número 5» que tan solo iba a tener 4 compañías.
Con personal de reemplazo se organizaron dos batallones más que se denominarán «Batallón de Vergara Peninsular número 8» y «Batallón de Antequera Peninsular número 9».
Los 6244 hombres que constituyen estos 7 batallones peninsulares se organizan y embarcan, respectivamente, en los siguienes puntos:
Desde el día 8 de marzo de 1895 hasta el día 1 de enero de 1896 se organizan un total de 13 expediciones que transportarán a Cuba poco más de 180000 hombres, entre los que se encuentran 2017 voluntarios españoles procedentes de Argentina, Uruguay y Brasil.
Nombrado Gobernador General de la isla Valeriano Weyler, quien desembarca en La Habana el 10 de febrero de 1.896, debe hacer frente a la crítica situación en la que se encuentra todo el territorio: desde el departamento oriental se ha iniciado en 1895 la invasión del occidente de la isla con el fin de llevar la sublevación a las provincias más estables y ricas. Máximo Gómez y Maceo llegan a amenazar a la propia capital, La Habana, y campan por todo Pinar del Río y Matanzas.
El general Weyler decidió llevar a cabo una política más enérgica para reconducir la grave situación que atraviesa la isla en esos momentos, con medidas que llevan al ofrecimiento del indulto a los insurrectos que se presentasen a las autoridades, agrupando las tropas –que hasta ese momento se han diseminado en pequeños destacamentos por todo el territorio para proteger ingenios, poblados y zonas de cultivo– y reorganizando el Ejército de Operaciones.
El 16 de febrero de 1896 publica un Bando en el que se articulan los actos que quedan sujetos a la jurisdicción de guerra y el 3 de marzo del mismo año, mediante Circular, hace notar que se están produciendo detenciones de ciudadanos sin que se justifiquen debidamente «los fundamentos que aconsejan tal determinación»; para evitar en lo sucesivo que los habitantes de la isla queden desprotegidos ante algún tipo de atropello, dicta que «en todos los casos en que gubernativamente sea detenido algún individuo, sin ocuparle pruebas materiales que lleven al ánimo el convencimiento de su culpabilidad, se haga por escrito una información amplia con cuantos datos puedan obtenerse respecto de los hechos que se le atribuyan, y sin limitarse nunca á una simple denuncia verbal ó confidencial que no esté confirmada por otras que autoricen los interesados» para de esta manera proceder correctamente con los detenidos y haciendo constar claramente «de que exigiré la más estrecha responsabilidad al Jefe ó Autoridad que al proponer una resolución gubernativa de esta naturaleza, no acompañe los elementos de justificación expresados».
Preocupado inicialmente por la situación en Pinar del Río y La Habana -y en menor medida Matanzas-, dividió el territorio en zonas de entre 200-250 km² en las que operaban una o varias columnas; y estas columnas asignadas a una zona podían penetrar en las zonas adyacentes hasta una profundidad de 1 km con la finalidad de que no quedase sin proteger o explorar ninguna parte del territorio. Decide reconstruir la trocha de Júcaro-Morón, obra que dividía la isla de parte a parte, con la finalidad de impedir el paso de más partidas insurrectas de un lado a otro del territorio cubano así como ordenando la reconcentración de la población en poblados fortificados.
Esta medida, en gran medida motivada por la política de la tea desarrollada por los insurrectos en la isla, obligaba a los campesinos a concentrarse en los suburbios de las ciudades y poblados fortificados con la finalidad de aislar a los insurrectos evitando que pudieran recibir ayuda de la población, tanto de manera forzosa como voluntaria.
El 16 de febrero de 1896 se publicaba el primer bando de reconcentración en los siguientes términos:
«1. Todos los habitantes de las zonas rurales o de las áreas exteriores a la línea de ciudades fortificadas, serán concentrados dentro de las ciudades ocupadas por las tropas en el plazo de ocho días. Todo aquel que desobedezca esta orden o que sea encontrado fuera de las zonas prescritas, será considerado rebelde y juzgado como tal.
«2. Queda absolutamente prohibido, sin permiso de la autoridad militar del punto de partida, sacar productos alimenticios de las ciudades y trasladarlos a otras, por mar o por tierra. Los violadores de estas normas serán juzgados y condenados en calidad de colaboradores de los rebeldes.
3. Se ordena a los propietarios de cabezas de ganado que las conduzcan a las ciudades o sus alrededores, donde pueden recibir la protección adecuada».
Apoyándose en las líneas fortificadas de Mariel-Majana y de Júcaro-Morón dió inicio las operaciones desde Pinar del Río a Oriente, logrando la casi absoluta pacificación de las provincias de Pinar del Río, La Habana y Matanzas, donde dejó operando algunas unidades de entidad batallón para que dieran caza a las escasas y diezmadas partidas insurrectas y grupos de bandidos que deambulaban por el territorio.
Ante el número de presentados en las provincias de Pinar del Río, Habana y Matanzas, dispone Weyler en mayo de 1896 que se siga aplicando en ellas las disposiciones dictadas en su bando del 23 de abril del mismo año, favoreciendo el indulto de todos los presentados e incluso permitiendo que se pudieran alistar en el Ejército Español como prácticos o guerrilleros.
Esta última medida iba encaminada a facilitar un trabajo remunerado a los antiguos insurrectos para que las necesidades o privaciones no les tentaran a unirse de nuevo a la rebelión, pretendiendo Weyler con ello «dar vigor á la reconstitución del país, dando empleo á los presentados que quieran trabajar en ella, y que ínterin estos trabajos retribuidos se organicen, los individuos de las colectividades que se presenten á los Comandantes militares ó columna en operaciones, tendrán opción á ración de etapa por espacio de ocho días».
En cuanto a la concentración de la población en poblados fortificados se ponía especial énfasis en hacer pública que «la concentración es voluntaria, y ordenada más en beneficio de los habitantes de los campos expuestos á los atropellos del enemigo, para darles protección y recursos de que carecen á costa de sacrificios del Estado, que como plan de guerra».
Daba comienzo las operaciones en las Villas con la mente puesta en la parte oriental de la isla. Sus planes de pacificación de Oriente y Camagüey (que no llegarían a ejecutarse) se contemplaban en tres fases que debían iniciarse desembarcando las tropas destinadas a las operaciones bélicas en Baracoa y progresando en dirección a la trocha del Júcaro.
En 1897 la energía con la que Weyler está llevando a cabo las operaciones militares comienza a dejarse sentir en el ánimo de uno de los líderes de la insurrección: Máximo Gómez, quien ha llevado con gran pericia la Campaña de La Reforma ese mismo año.
Gómez deja entrever en sus diarios de operaciones un cierto desencanto provocado, no ya por el rumbo de las operaciones, que comienzan a decantarse claramente del lado gubernamental en el occidente y centro de la isla, sino por la actitud que muestran otros líderes mambises, rayando en la indisciplina y la dejadez y mostrando la posible existencia de un desencuentro personal e incluso ideológico entre los diferentes líderes que combaten contra España. Así, podemos leer que:
«Día 10 de Mayo (…) He pasado este mes, sufriendo no solamente el mayor empuje del enemigo, sino el desagrado de verme burlado en todas mis disposiciones.
No es posible General en Gefe verdadero, para Ejército con Generales que no saben obedecer o no pueden, por falta de capacidades, completar en la práctica el pensamiento del Gefe Superior; sin que se puedan justificar en su fracaso, después de acatar las órdenes y moverse en cumplimiento de éstas» [14]
Es una clara referencia a los generales Rodríguez y Carrillo, quienes no solo desobedecen las órdenes de Gómez instándoles a dirigirse al occidente de Las Villas, sino que de motu proprio se establecen en Quemado Grande, donde terminarán siendo derrotados por el Ejército Español.
El desánimo de Máximo Gómez va en aumento y así lo manifiesta en su diario:
«Me siento triste en esta campaña de verano o primavera, (…), mi tristeza consiste en el tormento que me dan algunos Jefes inmorales y desordenados, como Quintín Bandera, el mismo José María Rodríguez que se ha metido en las lomas junto con mujeres. Hasta Enrique Loynaz, dando con eso un mal ejemplo y no secundando mis esfuerzos. Todo eso, que los españoles saben, lo aprovechan de diferente modo y de aquí que el número de los esforzados seamos menos» [15]
A pesar de todo, Weyler no consigue anular a Gómez, quien durante casi un año se mantiene en La Reforma combatiendo contra las numerosas tropas españolas. Pero su convicción de que la guerra está dando un giro inesperado provocado también por la actitud de sus compañeros de armas, continúa manifestándose en sus reflexiones:
«La moral de la guerra, como si dijéramos el alma, su secreto poder, se enferma y debilita, mal creciente que yo me esfuerzo en conjurar, pero que los hombres sin virtudes, la que se necesita poseer para una obra como ésta, no aciertan a comprender; y mañana se atreverán a decir:”yo fui un obrero de la Independencia de Cuba”, cuando no han sido constantes y correctos guerreros».
Sin embargo, las medidas excepcionales a nivel político implantadas por Weyler no terminan de ahogar la insurrección a pesar del gran número de insurrectos presentados a las autoridades locales. La imagen a nivel internacional que se está transmitiendo del general Weyler para desprestigiar su figura se puede ver reflejada en el periódico español «La Vanguardia», que reproduce el 19 de marzo de 1898 una carta remitida al «Times» por el corresponsal especial en La Habana de dicho noticiario británico que valoraba de esta manera la sustitución de Weyler por Blanco al frente de la Capitanía General:
«La situación de la isla es completamente distinta de lo que era hace seis meses. El sistema empleado por el general Weyler, movió á engrosar las filas de la insurrección á gran número de cubanos, que de otro modo hubieran permanecido apartados de la lucha. No es posible tener estadísticas fidedignas del gran número de personas arrojadas de sus hogares y concentradas en ciudades fortificadas; pero ascienden á muchos millares, en gran parte mujeres y niños.
(...) No obstante el poco tiempo transcurrido desde la llegada del general Blanco, ha bastado para cambiar por completo las condiciones existentes bajo el régimen de Weyler. La conciliación ha reemplazado á la severidad inhumana. Se ha revocado la orden para la concentración de la población rural en las ciudades». [16]
Finalmente, razones de índole política provocan que Valeriano Weyler sea relevado de su cargo como Gobernador General de Cuba en 1.897, reemplazándole el general Ramón Blanco y Erenas, quien se mostró más partidario de la solución negociada del conflicto y que llegaba a la isla con la misión de impulsar la Autonomía de la misma como proyecto pacificador.
A primeros de enero de 1.898 se instauraba en Cuba el Gobierno Autónomo, bajo la presidencia de D. José Gálvez.
Sin embargo, un artículo del periódico «El Reconcentrado», titulado «Fuga de Granujas» en clara alusión a algunos antiguos colaboradores de Weyler, fue encontrado injurioso por un grupo de oficiales del Ejército Español, que asaltaron y destrozaron la redacción del mismo, amenazando también las redacciones de «La Discusión» y el «Diario de la Marina».
El titular rezaba de la siguiente manera:
«En el vapor Montserrat marcha para la madre patria el capitán señor Sánchez, ejecutor de aquellas órdenes terribles del señor Maruri que todos recordamos. El capitán señor Sánchez ha tenido la desgracia de perder a su esposa, pero en cambio ha hecho verter mucha sangre y muchas lágrimas a infinidad de madres cubanas».
Como consecuencia, se produjeron altercados en las calles de La Habana en los que hubo de intervenir la fuerza pública.
Mientras tanto, las desavenencias en las filas de los insurrectos parecen hacerse aún mayores, hasta el punto de que ante la inminencia de un conflicto entre España y EEUU, son muchos los que parecen decididos a dejar que la independencia tan ansiada se obtenga con el esfuerzo bélico extranjero, aumentando el número de presentados que abandonan las filas de los insurrectos:
«Las noticias que tengo de la organización de la División de Auxilio no son halagüeñas. Todo induce a creer que los orientales no quieren marchar a combatir a Occidente. El General Calixto García, con su acostumbrado localismo no coadyuva a esa operación y antes por el contrario, de maneras y modos solapados crea dificultades y gana tiempo. Ese es un sistema en esta guerra, viejo y refinado; y en la actualidad, como parece definida o resuelta la independencia de Cuba, por los cañones americanos; con mucha razón nadie desea ya batirse, ni en su propia localidad (...) Transformado, por esta circunstancia, el espíritu militar cubano y enervado el patriotismo, por no ser necesario el esfuerzo, ha caído también el influjo que pudo tener un día el prestigio y la autoridad militar superior. Esta influencia que se ha de ir extendiendo al calor de los sucesos, hasta el último soldado de este ejército improvisado, no es de extraño que tienda a su disolución paulatina; quedando, de hecho y de cuajo al firmarse la Paz. Seguramente este pueblo tira las armas. Y como yo no he venido aquí más que a ayudar a la guerra, creo cumplida mi misión cuando ésta ha terminado por parte de los cubanos; ahora se bastan los americanos para terminar esto y entregar a Cuba Libre». [17]
Ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos en La Habana el cónsul general de Estados Unidos en la capital cubana, Fitzhugh Lee partidario de la intervención americana en los asuntos de la isla, comunicaba al gobierno de su país que la Autonomía había fracasado y que preveía la posibilidad de que estallasen desórdenes graves, por lo que solicitaba que se enviasen buques de guerra para proteger el consulado y los intereses americanos.
A La Habana sería enviado el «Maine».
![]() Una avanzada española. De «La Ilustración Artística». Año 1896.
![]() Restos de los vagones de carga y jaula de reses del tren de Sabanilla y Maroto. De «La Ilustración Artística». Año 1898.
![]() Preparación del rancho en un puesto avanzado. De «La Ilustración Española y Americana». Año 1897.
![]() Papel higiénico que emplean los españoles residentes en México. De «La Campana de Gràcia». Año 1896.
![]() El fortín de San José, en el camino de Manzanillo a Bayamo. De «La Ilustración Española y Americana». Año 1895.
![]() Construcción de un barracón de palma y guano para tropas en Viñales. De «La Ilustración Artística». Año 1897.
![]() Trinchera a la entrada del pueblo del Cano con fuerzas del Saboya nº-6. De «La Ilustración Artística». Año 1896.
![]() Casa en donde se dice que fue velado el cadaver de Maceo en Punta Brava. De «La Ilustración Artística». Año 1897.
![]() El general Weyler, la marquesa de Tenerife y sus dos hijos. De la revista «Nuevo Mundo». Año 1897.
![]() CUABITAS. Ruinas de las casas incendiadas por los insurrectos. De La Ilustración Española y Americana. Año 1895.
![]() MONTEVIDEO. Voluntarios españoles para la guerra de Cuba. De La Ilustración Española y Americana. Año 1895.
![]() MONTEVIDEO. Antes de la salida. De La Ilustración Española y Americana. Año 1895.
![]() Tropas del Ejército Español de regreso del forraje. De La Ilustración Artística. Año 1897..
![]() Vista del fuerte Weyler en Hoyo Colorado. De La Ilustración Nacional. Año 1896.
![]() Guerrilla del batallón de Castilla, destacado en San Cristóbal (Pinar del Río). De La Ilustración Nacional. Año 1897.
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